Una cuadra arriba de la séptima, a unos cuantos metros del Museo Nacional, se encuentra una puerta que no da a ninguna oficina, casa o edificio como podría esperarse.
Tras franquearla y bajar unos cuantos escalones, se está en un jardín: un lugar fresco y apacible que se resguarda del bullicio y del trajinar urbano, al que se puede acudir para abandonarse al ancestral placer del comer, bajo una enorme enredadera de uva rusa.
Puesto que en la variedad está el placer, dos locales ofrecen aquí distintas alternativas: Rapsodia, lo mejor de la comida criolla gourmet y Mezzo Giorno, el exquisito sabor italiano.
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